No se trata de la xenofobia al uso, esa que alimenta prejuicios y a menudo cataliza el sentir de la calle para transformarlo en banderas populistas. Pero fue algo parecido lo que llevó a las autoridades colombianas de migración y policía a empezar a usar desde 2019 como chivos expiatorios de disturbios, crisis sociales y sensaciones de inseguridad a los venezolanos irregulares, a los que expulsa por centenares, sin control judicial, sin responsabilidades claras. Lo cuenta este primer reportaje de una serie que publican en conjunto Armando.info y La Silla Vacía, de Colombia.
El
presidente Iván Duque se había puesto la camiseta colombiana. O, para mayor
precisión, la chaqueta acolchada y azul oscura de Migración Colombia, la
autoridad que controla quien entra y sale del país. La necesitaba para hacerle
una visita “sorpresa” a un inmigrante venezolano que decidió echar raíces en
una vereda montañosa y fría del municipio de La Calera, cerca de Bogotá. El
mandatario se paró frente a su casa. Tocó la aldaba metálica, tres veces: toc,
toc, toc. La puerta se abrió y él preguntó, haciéndose el que no sabía —pero
sabía muy bien quién era— ante el hombre que lo esperaba:
-¿Don
Oscar Soto?
-Señor
presidente Duque, es un gusto conocerlo.
Se
abrazaron, se dieron palmadas en la espalda como socios, compadres, amigos,
hermanos de toda la vida, frente a las cámaras de televisión que grabaron
cuando el presidente le entregó, de sus manos, la tarjeta 001 del nuevo
Estatuto de Protección Temporal, que él había anunciado a principios de 2021
para regularizar a más de un millón de venezolanos indocumentados.
-Para
que sea visible, para que ejerza sus derechos y para que Colombia lo reciba con
los brazos abiertos- le dijo Duque, en medio de los aplausos de la comitiva.
Hubo otro apretón de manos, un medio abrazo, más palmadas en la espalda y la
promesa de que ese documento (Permiso por Protección Temporal-PPT) también
sería entregado a sus compatriotas en los próximos días.
-Tremenda
alegría, mano- le contestó Oscar, olvidando ya el protocolo después de
tanto abrazo y cercanía con el jefe de Estado.
-¿Ah?
-Tremenda
alegría, muchas gracias- corrigió.
La escena propagandística
mostraba el lado más fraterno de la política migratoria colombiana que, como
ningún otro país de la región, ha acogido a dos millones de venezolanos en los
últimos cinco años. Ha sido un esfuerzo enorme porque a Colombia le faltan
muchos recursos y experiencia en la materia; de hecho, ha sido siempre un lugar
expulsor, nunca receptor, de migrantes. Pero al país, ha dicho el presidente
Duque, le sobra mucha voluntad y empatía. Eso se lo han reconocido los
gobiernos de Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea —que han aportado algunos
fondos— y las agencias y organismos multilaterales como Acnur, OIM, entre
otros.
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