Siempre
había oído decir que el amor mueve montañas. Y es en las relaciones de
pareja donde más claramente podemos observar cómo esa fuerza, literalmente, nos
empuja a cruzar fronteras y mares. Es, por lo visto, una de las más
poderosas razones para emigrar.
Por
amor María Antonietta y Andrés ―una
de las parejas protagonistas de Amor migrante― decidieron despedirse de
Cagua, estado Aragua, para irse a Córdoba, Argentina. Traer al mundo un hijo en
condiciones seguras era su principal objetivo. Él se fue primero. Ella, tres
años después.
En el
ínterin, la tecnología, y más precisamente el celular, se convirtió en
un paliativo inmejorable para su soledad, para la distancia, para las
noches sin sueño. Gracias a ella, se permitieron pasar a mayores. “Era la
herramienta para todo”, confiesa María Antonietta entre risas.
Justamente,
«la imaginación es el límite» para mantener viva la llama amorosa. Más aún,
cuando la distancia se interpone en la pareja, afirma Yolanda Vera,
psicóloga clínica y miembro de la red de profesionales Psicodiáspora,
antes de resaltar que la comunicación, la creatividad y los acuerdos son
clave para amar de lejos.
Subraya
que en las relaciones de pareja no hay una única forma de relacionarse. Tampoco
hay recetas ni verdades absolutas, en particular cuando las parejas no
pueden besarse ni tocarse tras una separación forzada por la migración
“El
impacto del fenómeno
migratorio de los últimos años ha llevado al venezolano a nuevas
formas de elegir pareja y/o de relacionarse con la que ya se tenía
(…). Comunicarse asertivamente y saber establecer límites saludables
es también algo necesario en la distancia. Siguen siendo pareja aunque no
puedan tocarse”, añade.
Creo
que también es verdad eso de que el amor no conoce fronteras. Es lo que
nos enseña, en parte, la historia de Isabel,
una zuliana que escapó del infierno que vivía con José. Su relación ya llevaba
plomo en el ala. Los vaivenes de la migración en pareja no hicieron más que
acelerar el fin de su historia. Menos mal, dice ella. Era, por cierto, su
segunda pareja.
Ahora
rescata del olvido los pequeños placeres del amor en los brazos de un
estadounidense con raíces latinas que más que español, ¡ahora habla maracucho!.
“¡A la tercera va la vencida!”, exclama feliz la venezolana desde Estados
Unidos.
La
nueva historia de amor de Isabel es cada vez más común, sostiene la psicóloga
de Psicodiáspora: “La globalización, el fenómeno migratorio y los
desplazamientos forzados han devenido en un elevado número de parejas
binacionales. El amor entre personas de distinta nacionalidad, idioma, grupo
étnico, religión, entre otras cosas, es cada vez más un elemento común”.
En
cambio, la de María Fernanda y Simón es
la historia de dos personas que habían nacido para fundirse. Tanto es así, que
ni una migración abarrotada de contratiempos ni un reencuentro asechado
por la rutina rompieron el amor de estos merideños que decidieron irse a
Perú. Ella lo siguió a él. Ahora solo les falta decir ¡sí, quiero!.
Pero es
el de Emiliangelis e Ismael, sin
duda, un amor de campeonato en tiempos de migración. La cosa no fue fácil. En
su contra lo tenían todo, incluso no saber cuándo saldría él de la cárcel para
migrantes a la que fue a parar tras cruzar de México a Estados Unidos de forma
irregular.
Sin
embargo, a su favor tenían un amor forjado en la comunicación, el
compromiso y la lealtad. Así las cosas, la pareja zuliana puede contarlo con
todas sus letras desde San Antonio, Texas, después, ni más ni menos, de tres
migraciones: “Cuando hay amor todo se puede”.
¡Feliz Día de los Enamorados!
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