Indignación nacional e internacional por los insultos del ministro Armando Benedetti contra la magistrada Cristina Lombana: una agresión verbal que desnuda el machismo en el poder

La magistrada de la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia Cristina Lombana y el ministro del Interior, Armando Benedetti. Foto cortesia. 

Por Redacción Nacional

En un nuevo y lamentable episodio que sacude la institucionalidad colombiana, el ministro del Interior, Armando Benedetti, volvió a protagonizar una arremetida verbal cargada de machismo, irrespeto y violencia simbólica. Esta vez, su blanco fue la magistrada Cristina Lombana, a quien el alto funcionario llamó públicamente “loca hijueputa”, “demente” y “delincuente”, en una diatriba que ha generado un repudio unánime de la comunidad judicial, política, social y de observadores internacionales.

La magistrada Lombana, integrante de la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia, lleva más de siete años investigando a Benedetti por presuntos hechos de enriquecimiento ilícito y corrupción. Su nombre ha estado vinculado a varias investigaciones en curso, lo que convierte las agresiones del ministro no solo en un acto de misoginia, sino también en un intento de amedrentamiento hacia la justicia.

Un ataque que sobrepasa los límites del debate

Las palabras de Benedetti fueron interpretadas como un intento deliberado de desacreditar a una funcionaria judicial de alta investidura, en medio de procesos que podrían comprometerlo penalmente.

El alto tribunal, mediante un comunicado, expresó surechazo a las descalificaciones personales y los ataques verbales del Ministro del Interior a una magistrada de la Corte Suprema de Justicia, dado que pueden afectar el desarrollo de las investigaciones o menoscabar la confianza en la administración de justicia”.

No se trata de un hecho aislado. La trayectoria pública del ministro ha estado marcada por episodios reiterados de violencia verbal y comportamientos machistas hacia mujeres en distintos ámbitos: periodistas, funcionarias, colegas políticas y ahora, una magistrada de la Corte Suprema. La sociedad colombiana asiste a un patrón de conducta que pone en evidencia un grave déficit de respeto institucional y madurez emocional, intolerable en quien ostenta una de las carteras más importantes del Gobierno Nacional.

El silencio cómplice del presidente Petro

Lejos de condenar el acto, el presidente Gustavo Petro salió en defensa de su ministro, afirmando en su cuenta de X que se trató de “un allanamiento ilegal que se transforma en secuestro de una familia, producida por una magistrada víctima de su propio odio.
Estas declaraciones no solo desbordaron el marco del respeto interinstitucional, sino que acentuaron el choque entre el poder Ejecutivo y el Judicial, al justificar los insultos de Benedetti como si se tratara de una reacción comprensible.

Para sectores académicos, políticos y de derechos humanos, el presidente perdió una oportunidad de marcar un precedente ético: en vez de pedir la renuncia de su ministro, optó por respaldar un comportamiento que normaliza la violencia verbal contra las mujeres y socava la independencia judicial.

Un prontuario de agresiones y controversias

El comportamiento de Benedetti no es nuevo. Desde su paso por el Congreso, ha sido recordado por su lenguaje agresivo y actitudes intimidatorias, especialmente hacia mujeres.

En el pasado, su nombre también estuvo vinculado a denuncias por violencia intrafamiliar y maltrato verbal, entre ellas el presunto episodio en Madrid, España, donde habría agredido a su esposa, Adelina Guerrero, y amenazado con un cuchillo en presencia de su suegra.

A esto se suma el testimonio de Laura Sarabia, actual embajadora en Reino Unido, quien lo acusó de un trato violento, despectivo y misógino cuando trabajaron juntos en la Casa de Nariño. Incluso la Defensora del Pueblo, Iris Marín, advirtió públicamente que el retorno de Benedetti al Gobierno era un mensaje negativo en materia de violencia basada en género, recordando sus antecedentes y denuncias previas.

Procesos judiciales pendientes y bienes cuestionados

En la Corte Suprema, Benedetti enfrenta siete investigaciones por presuntos delitos de corrupción, enriquecimiento ilícito, financiación ilegal de campañas electorales y delitos contra mecanismos de participación democrática.

El caso más avanzado corresponde al escándalo de Fonade, donde se le señala de haber intervenido indebidamente en la asignación de recursos mediante cupos indicativos, cuando era senador del Partido de la U entre 2016 y 2017.

Uno de los hallazgos más recientes en la investigación apunta a la adquisición de un lujoso condominio en el Club Lagos de Caujaral, en Barranquilla, por un valor de miles de millones de pesos. La propiedad habría pertenecido a Alex Saab, señalado testaferro del régimen de Nicolás Maduro, lo que ha encendido las alarmas sobre el origen de los recursos del ministro.

Reacciones y acción judicial

El presidente de la Red de Veedurías de Colombia, Pablo Bustos Sánchez, presentó una denuncia ante la Fiscalía General de la Nación por el presunto delito de violencia moral agravada contra servidor público, en perjuicio de la magistrada Lombana.
Bustos advirtió que las expresiones de Benedetti constituyen una grave afrenta no solo contra la magistrada como ciudadana, sino contra la majestad de la justicia”, e instó al ente acusador a actuar con celeridad y examinar si sus palabras encajan en el tipo penal de violencia contra servidor público (artículo 429 del Código Penal), que contempla penas entre 4 y 8 años de prisión.

La denuncia también resalta que los ataques de Benedetti podrían configurar violencia de género, acoso, coacciones y lesiones morales, conductas sancionadas por los artículos 172 y 216 del mismo Código Penal.

La vergüenza internacional de un ministro en ejercicio

La comunidad jurídica internacional ha expresado su preocupación por la normalización de la violencia verbal y simbólica desde el poder, en un país que se precia de promover políticas de equidad de género.

El comportamiento del ministro Benedetti y el respaldo del presidente Petro han sido catalogados como un retroceso en la lucha por erradicar la violencia contra las mujeres, así como una afrenta directa a la independencia judicial.

El caso Benedetti-Lombana no es solo un incidente mediático; es el reflejo de una crisis ética y de autoridad moral en el Gobierno del Cambio, que prometió justicia social y respeto institucional, pero hoy carga con el peso de una figura que, más que un ministro, se ha convertido en un símbolo de prepotencia, machismo y desprecio por la ley.

Colombia y la comunidad internacional exigen respeto.

Porque ningún cargo público otorga el derecho a insultar, descalificar o violentar verbalmente a una mujer, mucho menos a una magistrada de la Corte Suprema de Justicia.
La dignidad del país y la salud de su democracia dependen de que estos actos no queden impunes.

impacto político y electoral del caso Benedetti en el Gobierno y la izquierda

El nuevo escándalo protagonizado por el ministro del Interior, Armando Benedetti, llega en un momento crítico para el Gobierno de Gustavo Petro, justo cuando el país se aproxima a las elecciones legislativas.

El impacto trasciende lo personal y se proyecta directamente sobre la credibilidad del Pacto Histórico, la coalición que llevó a Petro al poder y que ahora enfrenta un creciente desgaste político.

En primer lugar, el comportamiento violento y machista del ministro mina el discurso ético del Gobierno, que se ha presentado como el adalid de la justicia social, la inclusión y la defensa de los derechos de las mujeres. La contradicción entre el discurso progresista y la conducta de uno de sus principales voceros crea un quiebre de confianza entre las bases feministas, los movimientos sociales y el electorado joven, pilares esenciales del triunfo en 2022.

Además, la defensa pública del presidente Petro frente a los insultos de Benedetti contra la magistrada Cristina Lombana agrava la situación: proyecta la imagen de un Ejecutivo que tolera la violencia de género y el irrespeto institucional, lo cual desmoviliza a sectores moderados y amplifica el descontento ciudadano.

A nivel político, el episodio refuerza la narrativa de la oposición, que ha convertido este caso en una bandera de denuncia contra lo que llama “el doble discurso del cambio”. En las regiones, donde las mujeres lideran más del 40 % de las campañas comunitarias y sociales, el rechazo hacia el ministro podría traducirse en una pérdida de apoyo electoral significativa para los candidatos del Pacto Histórico y para las listas de la izquierda.

Los partidos alternativos que acompañaron al Gobierno comienzan a marcar distancia para no cargar con el costo político, temerosos de que el escándalo contamine sus propias candidaturas. Incluso dentro del progresismo hay voces que piden un relevo inmediato en el gabinete para evitar que este episodio erosione aún más la imagen del presidente Petro y su coalición.

El caso Benedetti no es un simple exabrupto verbal: es un símbolo del deterioro moral y político de un gobierno que prometió renovación ética, pero hoy se enfrenta a un creciente rechazo ciudadano. Si no hay correctivos firmes, el costo electoral podría sentirse con fuerza en las urnas, especialmente en los votantes independientes, las mujeres y los jóvenes, que fueron la base decisiva del cambio.

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