Entre gaitas y pianos, un músico venezolano se abrió camino en Bogotá

En diciembre del año 2007, el venezolano José Ramírez tuvo un punto de quiebre en su vida. Lo agobió la escasez de alimentos en la ciudad de Maracaibo, Venezuela, donde nació y vivió por más de 40 años.  Se cansó de hacer eternas filas para llegar a la vitrina y no encontrar ni siquiera huevos.

Así decidió emprender la huida, dejar su carrera como profesor de música y comenzó de nuevo en Colombia. Cruzó la frontera de Norte de Santander junto con sus hijos y su esposa, quien es colombo venezolana. Por unas semanas visitaron a los abuelos que vivían en Cúcuta y luego se radicaron en la fría ciudad de Bogotá.

Ramírez era el director de una agrupación musical y dirigía el coro del Banco Central de Venezuela, en Maracaibo. También estaba vinculado con el Ministerio de Educación trabajando como docente en un colegio arquidiocesano, al tiempo que enseñaba música a particulares y tenía otro grupo musical. Sin embargo, al llegar a Bogotá no lo quedó más opción que trabajar en un restaurante vendiendo pollos a la broaster en el turno de la noche, por lo que se quedaba a dormir en las mesas hasta que amaneciera y volviera a operar el transporte público.

¿Quién podría imaginarse que fue justamente por este restaurante que este migrante venezolano llegó a trabajar en la universidad de Cundinamarca? Ramírez llevaba un instrumento musical al trabajo, cuando no habían clientes se ponía a cantar y a tocar el cuatro de madera que cuidaba con recelo.

Un día una persona se le acercó y lo felicitó por lo bien que sonaba, enseguida le pidió más canciones, fue entonces cuando José contó que era licenciado en música, que tenía posgrados y que su instrumento principal era el piano. Resultó que en medio de los clientes estaba el rector de esta universidad, y en un par de días Ramírez ya estaba firmando el contrato y regresando a dar clases de música en la academia

Yo estoy agradecido con papá Dios, ese es el que permite que se den las cosas", cuenta Ramírez con una sonrisa en su rostro y continúa recordando cómo llegó a su trabajo actual con el reconocido cantautor Carlos Vives. 

Además de dar clases en la universidad de Cundinamarca, Ramírez ha trabajado con la compañía de seguros Positiva, y con la empresa Fisulab, que atiende a niños con labio y paladar hendido. En esta última compañía formó una coral con los niños, y hasta grabaron un CD con algunas canciones.

  







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