Con los
precios de la divisa norteamericana cerca de un 40% por encima del año pasado,
los venezolanos cada vez tienen menos poder adquisitivo
La
tradición dicta que los venezolanos, tanto niños como adultos, vistan ropa
nueva en Navidad y Año Nuevo -camisetas, pantalones, vestidos, zapatos de
tacón de aguja y calzado deportivo-, todos con ese olor a nuevo y en un estado
perfecto, sin arrugas, manchas ni rasguños.
Pero
los dólares que circulan por todo el país bien podrían tener este año la imagen
del Grinch en lugar de la de George Washington.
La
relajación de los controles del régimen de Nicolás Maduro sobre los dólares
pudo haber hecho que sean más fáciles de conseguir, pero también ha hecho que
tengan un menor poder adquisitivo en las tiendas venezolanas, con los
precios de la moneda estadounidense alrededor de un 40% por encima del año
pasado.
Eso
está amenazando la tradición nacional de fin de año conocida como
“estrenos”, una práctica que ya se ha visto fuertemente afectada por el
profundo declive económico desde hace años en Venezuela.
La
gente ha estado cazando ofertas navideñas, pero a menudo sale de las tiendas y
los puestos con las manos vacías.
Marelvy
Mallarino vive en Maracaibo, que alguna vez fue el epicentro del boom
petrolero del país y que ahora es víctima de su caída. Mallarino no había
pisado un centro comercial en años, pero decidió ir a uno en Caracas, la
capital, mientras visitaba a su hermana.
“¿Nos
alcanzará? ¿No nos alcanzará? Andamos contando las moneditas”, dijo mientras
esperaba en una fila muy larga fuera de una tienda que ofrecía descuentos en
camisetas, zapatos y pantalones de mujeres por el Black Friday.
Una
tienda ofrecía zapatos de tacón, botas, cuñas y tenis por 20 dólares en lugar
de 60. Las diademas y otros accesorios estaban a la venta por un dólar. En otra
tienda, los pantalones vaqueros recortados para mujeres estaban rebajados de
100 a 30 dólares.
Eso
podría sonar como una ganga en otros países, pero los precios en dólares
son mucho más altos que hace un año y están fuera del alcance de personas como
Mallarino, quien perdió su negocio cuando la industria petrolera del país
colapsó y ahora vive de las remesas que le mandan sus hijos en Perú.
Después
de estar formada casi una hora, entró a la tienda y tomó un top blanco de manga
corta de un estante, volteando la percha de un lado a otro para inspeccionar la
prenda. La volvió a colgar, recorrió la tienda durante menos de 10 minutos y
salió con la mirada baja y negando con la cabeza.
Cuando
las empresas venezolanas y el sector público eran prósperos hace más de una
década, los empleados recibían aguinaldos cuantiosos, a menudo tres veces su
salario mensual, en una sola exhibición. Eso les permitía a las familias
comprar ropa nueva para todos, un árbol de Navidad importado y suficientes
alimentos para la tradicional cena navideña.
El olor
a pintura nueva indicaba la llegada de la Navidad porque muchas personas
pintaban sus paredes.
Sin
embargo, la economía se ha contraído un 75% desde 2014 y el salario mínimo
para los empleados del sector público y los pagos de jubilación han caído al
equivalente a 2 dólares al mes. Los sueldos mensuales en el sector privado
promedian 75 dólares. Eso llevó a muchos a buscar trabajos secundarios, a
depender de las remesas o a abandonar el país.
Anteriormente,
para quienes podían conseguirlos, los billetes verdes estables eran una red de
seguridad contra el bolívar, cada vez más inservible, a medida que los precios
en la moneda local aumentaban en decenas o cientos de miles de puntos porcentuales
al año.
La
gente esperaba un día en el que el bolívar cayera particularmente rápido -más
rápido de lo que las tiendas podían subir sus precios- y cambiaba dólares por
bolívares en el mercado negro, donde el tipo de cambio era mucho más favorable
que el oficial. Se gastaban rápidamente esos montones de moneda local.
0 Comentarios