El capitán José desertó acorralado por años de
presiones. Al teniente Rafael le abrieron un juicio y lo expulsaron. Ambos
tenían expedientes limpios en la Fuerza Armada de Venezuela, pero ser
homosexuales les valió persecución, discriminación y humillaciones.
“Actos contra natura” pueden acarrear tres años de
cárcel y una salida deshonrosa, según el Código Orgánico de Justicia Militar
vigente, lo que obliga a militares homosexuales a ocultarse.
Tras varias reformas, la más reciente en septiembre de
2021, el código mantiene inamovible este artículo, pese a pedidos de derogación
hechos por activistas ante el Parlamento, de mayoría oficialista.
“Es más grave ser gay que ser corrupto”, lamenta José,
como pidió ser llamado este capitán de la Guardia Nacional, de 36 años.
“Hay militares corruptos, ladrones, narcotraficantes,
con procedimientos, que los sancionan y siguen trabajando luego como si nada”,
dice José, quien guarda en su celular una fotografía donde se observa una zona
pelada en su cabeza. “Era tal la presión que se me caía el cabello”.
La Fuerza Armada ha sido acusada de violaciones sistemáticas de derechos humanos en el control de protestas, lo que niega su cúpula.
La “primera pregunta que te hacen en la entrevista de ingreso es ¿cuál es su inclinación sexual: homosexual, bisexual o heterosexual? Si no respondes que eres heterosexual estás descartado, allí empieza el primer filtro”, apunta Rafael, el teniente del Ejército expulsado, de 37 años.
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