Zona rural cucuteña

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Nada bien se vio lo sucedido en el sector de Patillales, en la carretera a Puerto Santander, porque indica que las autoridades administrativas municipales de Cúcuta se mueven es pero al ritmo de los acontecimientos y no del desarrollo de acciones planificadas para llevarles bienestar a sus gobernados.

Diez corregimientos tiene la zona rural de la capital de Norte de Santander y es poco o nada lo que se ha hecho por dignificar las condiciones de quienes habitan allí donde aparte de la pobreza, la desigualdad, el desempleo y los inconvenientes en materia de salud y educación, la violencia también se hace presente.

Que la comunidad tenga que acudir a las vías de hecho como forma de presión para que la Alcaldía cumpla sus deberes consignados en el

Plan de Desarrollo y en las normas legales provoca una sensación de desasosiego y el temor de que la administración municipal está de espaldas a la cruda y dura realidad a la que diariamente se enfrentan quienes habitan en los corregimientos, buena parte de ellos conectados a la frontera con Venezuela.

Y si es el campo, entonces por qué razón no hay una política municipal contundente para convertirlo en la despensa de los municipios metropolitanos y en una fuente generadora de empleo productivo. Así como ni ayer ni en el pasado reciente hemos visto planes para fomentar la siembra de alimentos con una agricultura mecanizada y la instalación paralela de agroindustrias, en la actualidad esta afirmación sigue siendo algo exótico que está muy lejos de nuestro alcance.

Por ese motivo es que los cultivos ilícitos llegaron a afectar la ruralidad cucuteña siendo un marcador de como el abandono o la indolencia gubernamental termina abriéndole paso estas economías. Y aunque se diga que se han logrado erradicar y sustituir en gran medida, esa no es excusa valedera, puesto que la fuente de estos males sigue ahí, como se acaba de demostrar con el pliego de peticiones que el campesinado cucuteño le reclamó al gobierno local.

Aquí está lo curioso. Estamos hablando de los corregimientos y veredas de la capital de Norte de Santander, y no de por allá de un municipio lejano situado donde nadie llega porque no hay como acceder.

Pero la dura realidad leída en esas solicitudes, todas ellas válidas, expuestas por los habitantes indica que no es nada del otro mundo lo que se está planteando y que nadie entiende cómo el Ejecutivo permite que todo llegue a los extremos para escuchar y solucionar los problemas de la gente.

A asuntos tales como los 18 acueducto rurales priorizados por la administración municipal no hay que darles más vueltas y proceder a poner en marcha las obras, porque es una necesidad básica que debe ser satisfecha con urgencia.

La confirmación de que a estas áreas poco y nada es la atención que se les presta, quedó expuesta durante el bloque cuando se dio a conocer una lista de promesas incumplidas tanto por parte de la Alcaldía como por la Gobernación, en aspectos tan esenciales como el arreglo de las vías, la instalación de fibra óptica y la construcción de un box culvert en Palmarito.

En una administración que entienda la riqueza que significa para una ciudad capital tener una zona rural como la nuestra, nada de eso sucedería y, por el contrario, estaría siendo agrícola y pecuariamente bien explotada, generando riqueza y un importante aporte al PIB regional. Ojalá los gobernantes que se elijan en octubre de este año así lo entiendan y no sigan dilapidando las alternativas que el campo ofrece a la economía cucuteña.

La confirmación de que a estas áreas poco y nada es la atención que se les presta, quedó expuesta durante el bloque cuando se dio a conocer una lista de promesas incumplidas tanto por parte de la Alcaldía como por la Gobernación, en aspectos tan esenciales como el arreglo de las vías, la instalación de fibra óptica y la construcción de un box culvert.

La Opinión. 2 Jul 2023

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