Miles de migrantes partieron del sur de México la semana
pasada en una de las caravanas más grandes que han intentado llegar a Estados
Unidos en los últimos años. El movimiento masivo coincidió con una reciente
reunión en Los Ángeles de líderes del hemisferio occidental, donde la migración
fue uno de los temas principales.
Aunque las caravanas de migrantes se han
convertido en un fenómeno habitual y las autoridades suelen disolverlas mucho
antes de que lleguen a la frontera sur de Estados Unidos, la marcha más
reciente de casi seis mil personas que recorren las carreteras mexicanas ha
atraído mucha atención internacional.
Muchos de los migrantes procedían de Venezuela y ya
habían recorrido cientos de kilómetros a través de la selva y de múltiples
fronteras antes de llegar a México. Por lo general, una vez en México, los
migrantes deben permanecer en la ciudad sureña de Tapachula hasta que las
autoridades mexicanas les conceden un visado humanitario para viajar más lejos,
un proceso que puede tardar meses.
En lugar de languidecer en Tapachula, algunos migrantes
pagan a los traficantes de personas, muchos de los cuales tienen vínculos con
el crimen organizado, o sobornan a los funcionarios de inmigración para
acelerar el proceso, según afirmó García en una entrevista telefónica.
Otros intentan eludir el proceso de visado mexicano y
se unen a los grupos que se dirigen al norte, dijo, creyendo que su gran número
hará más difícil que las autoridades mexicanas detengan su avance.
Natalia Gómez Quintero, portavoz del Instituto
Nacional de Migración de México, señaló que se estaban llevando a cabo
esfuerzos para proporcionar documentación legal a los migrantes en Tapachula.
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