El panorama en el Pacto Histórico se encuentra turbulento, justo cuando las miradas se enfocan en los comicios presidenciales de 2026. Lo que para muchos parecía un proyecto político robusto, ahora enfrenta serias acusaciones de corrupción, tráfico de influencias y clientelismo, implicando a figuras clave como David Racero, María José Pizarro y Gustavo Bolívar. Las grietas en el relato de lucha contra la corrupción del movimiento comienzan a hacerse más visibles.
David Racero: De la crítica a la defensa personal
David Racero, una de las voces más prominentes dentro del Pacto Histórico, siempre se ha caracterizado por sus mordaces críticas contra la política tradicional. Sin embargo, su propio discurso ha comenzado a tambalear debido a las recientes revelaciones del periodista Daniel Coronell, quien destapó una serie de conversaciones que vinculan a Racero en prácticas que contrarían su predicada moralidad.
En el epicentro del escándalo se encuentran acusaciones de que el congresista habría solicitado dinero a sus asesores y usado parte de su equipo para atender negocios personales. Un ejemplo de esto es el caso de Leonardo García, su conductor, que terminó trabajando en un negocio de frutas y víveres que Racero habría montado durante la pandemia. Además, las conversaciones filtradas con Jorge Londoño, director del Sena, sugieren una presunta solicitud de puestos en esa entidad a través de su tío, José Luis Mayorca. Este último ya había sido blanco de críticas el año pasado, cuando se supo que la Cámara de Representantes, bajo la presidencia de Racero, contrató a tres financiadores de la campaña de su tío a la Gobernación del Cesar.
Estas conductas no solo chocan con sus propias consignas de transparencia y buen gobierno, sino que también ponen en tela de juicio la integridad del movimiento al que representa. Las investigaciones ahora están en manos de la Corte Suprema de Justicia y la Procuraduría, en lo que promete ser un proceso largo y posiblemente devastador para la imagen del líder.
La disputa entre Bolívar y Pizarro
Mientras el escándalo de Racero acapara titulares, Gustavo Bolívar, actual director de Prosperidad Social, protagoniza una pelea pública con la senadora María José Pizarro. Lo que alguna vez fue una relación cercana se ha fracturado irreparablemente. En una reciente entrevista, Bolívar fue tajante al declarar que no tendría "ninguna relación" con Pizarro, insinuando que no la considera una buena persona. La respuesta de la senadora no se hizo esperar, señalando que "defender ideas justas debe estar por encima de valoraciones personales".
Este enfrentamiento revela profundas divisiones dentro del Pacto Histórico, algo que podría costarle al movimiento en las elecciones de 2026. La desunión entre sus líderes no solo afecta su cohesión interna, sino que también envía un mensaje contradictorio a sus votantes, quienes alguna vez confiaron en la capacidad de esta fuerza política para transformar el país.
La sombra del clientelismo y la crisis de instituciones
El caso de Racero no es un incidente aislado. A esto se suman señalamientos que afectan la imagen de instituciones como el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena) y la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), ambas administradas bajo la órbita de figuras cercanas al Pacto Histórico y el partido Alianza Verde. En Antioquia, el Sena ha sido blanco de críticas por su manejo y asignación de puestos, una problemática que se extiende también a nivel nacional.
Isabel Zuleta, otra de las figuras del movimiento, lucha por sacar adelante su proyecto de reelección presidencial, una iniciativa que ha encontrado poco respaldo, incluso dentro de su propia bancada. La soledad política de Zuleta y el desgaste en la gestión de instituciones clave refuerzan la percepción de que el discurso anticorrupción del Pacto Histórico está perdiendo credibilidad.
¿Impacto electoral?
Lo que hoy parece un cúmulo de escándalos coyunturales podría tener serias repercusiones para el futuro del petrismo con miras a 2026. La lucha por mantener la narrativa de transparencia y ética se complica en un contexto donde las principales figuras del Pacto Histórico están siendo objeto de investigaciones y cuestionamientos.
Si bien Gustavo Petro aún cuenta con una base sólida de apoyo popular, el desgaste de su movimiento político y las crecientes críticas internas podrían comprometer la unidad y efectividad de su proyecto a largo plazo. El tiempo dirá si estas tormentas serán pasajeras o si marcarán el comienzo de una crisis irreversible dentro del Pacto Histórico, pero por ahora, los vientos no parecen soplar a su favor.
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