Algunos
menores venezolanos que
llegan a Colombia a trabajar se exponen a ser víctimas de malos
tratos, explotación laboral y sexual, y el asecho de las organizaciones
criminales en las zonas fronterizas, según lo reseñó Consejo de
Redacción.
Los
oficios que realizan los menores van desde el comercio informal hasta actos
de pornografía infantil y venta de estupefacientes. Algunos se
desempeñan como carretilleros, trasladando maletas y bolsas de venezolanos que
cruzan el Puente Internacional Simón Bolívar.
El
Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario expuso en base a
la Encuesta de Calidad
de Vida de 2019 que el 38% de la población migrante en
Colombia tiene menos de 18 años, es decir que aproximadamente 857.660
venezolanos no alcanzan la mayoría de edad.
Por los
momentos, no se tiene registros que indiquen cuántos niños, niñas y adolescentes
venezolanos están trabajando en condiciones de explotación laboral. Sin embargo
se sabe que el 44,9% no tiene acceso a la educación, es decir unos
384.898, según cálculos del Observatorio de Venezuela.
“Como
no hay oportunidades y como no están cubiertos sus derechos, uno de los grandes
flagelos es la explotación laboral», explica Lala Lovera, directora de la
Fundación Comparte por una Vida.
La situación los obliga a trabajar
Carlos
Cárdenas, colaborador de la Asociación Unidos Por Un Mismo Fin, explicó
que identificaron a un hombre que capta a menores migrantes de ocho y 13
años en los sectores de Juan Atalaya y Nuevo Horizonte en Cúcuta para
ofrecerles dinero y ropa a cambio de vender fruta.
Por su
parte, Ronal Rodríguez investigador y vocero del Observatorio de Venezuela de
la Universidad del Rosario, aseguró que los menores migrantes venezolanos
poseen un desarrollo motor, psicológico e intelectual comprometido debido a que
desde temprana edad asumen ciertos roles que no les corresponden.
Las condiciones de
pobreza extrema obliga a que los menores trabajen para ayudar a mantener a sus
familias. Este es el caso de Nahirolí Urbina Moreno, de 38 años, quien decidió
irse desde Aragua hasta Colombia para encontrar oportunidades laborales, por lo
que viajó con su pareja, su hija de 17 años y su otro hijo de 14 años.
“En la
casa trabajaba yo, pero me quedé sin empleo. A veces me llaman para trabajar en
un restaurante los domingos. La niña me ayuda a vender rifas, con eso nos
ayudamos para los servicios”, cuenta.
Víctimas de bandas criminales
Ana
Teresa Castillo, presidenta de la Fundación Deredez, dice que conoce
testimonios de niños migrantes que viven con familiares o que viajan solos y
que han caído en redes de explotadores laborales o sexuales en Norte de
Santander con la complicidad de autoridades policiales.
“Ellos
-los menores- llegan, duermen en la calle y grupos al margen de la ley como el
Tren de Aragua los captan, les dan vicio, los ponen a robar celulares
y a cobrar en las trochas. Hay muchachos que están apareciendo muertos. A las
niñas les dicen que van a trabajar en almacenes, pero las venden y las llevan a
otros países”, denunció Castillo.
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